Han pasado 10 años desde la última gran huelga en la UNAM con todo lo que ello representa. Esto me hace reflexionar y recordar una vez más que los jóvenes no somos el futuro de la nación, somos, en efecto, el presente y una parte importante de éste.
Finalmente, somos los jóvenes quienes nos vemos afectados por movimientos como el ocurrido hace una década. Somos los jóvenes quienes tememos salir a divertirnos por las noches por miedo a la inseguridad. Somos los jóvenes quienes salimos de las instituciones educativas para encontrarnos con un mercado en el cual la oferta de empleo es mínima. No cabe duda, los jóvenes somos el presente.
Sin embargo, no todo para nosotros es padecer. Somos los jóvenes quienes formamos parte de movimientos como el del CGH. Somos los jóvenes quienes maltratamos el mobiliario urbano afeando nuestras comunidades y ciudades. Somos los jóvenes los principales consumidores de drogas y, con ello, parte de los problemas de la inseguridad y falta de inversión. No cabe duda, los jóvenes somos el presente.
Desde esta perspectiva quedamos en un empate técnico, somos parte fundamental del presente y como tales nos hemos convertido tanto en víctimas como en victimarios. Ahora la pregunta fundamental radica en cómo cambiar esto. Queda claro que somos parte del problema y que al mismo tiempo, como parte presente y activa de nuestra sociedad, sufrimos de las diferentes problemáticas que nos aquejan como país. Ya sólo nos queda explorar una tercera vía y es determinar si somos o podemos ser parte de la solución.
Cuando escuchamos hablar sobre liderazgo comúnmente nos dejamos llevar por los estereotipos dominantes. Pensamos en el líder como en aquel ser mesiánico todopoderoso o, por el contrario, en aquel vecino molesto y entrometido que no deja pasar oportunidad para hacer grilla. Bueno, son simplemente estereotipos que también como jóvenes podemos romper, después de todo, lo realmente importante es conseguir nuestros objetivos.
Reunirnos con los amigos para pintar las bardas y fachadas de nuestras calles, limpiar algún terreno baldío para convertirlo en una cancha de fútbol o, mejor aún, cosas más simples y que no requieren de mayor organización como denunciar ante las autoridades al narcomenudista que trafica afuera de la escuela o reportar abusos y casos de violencia. Finalmente debemos pensar que, más que por nuestro país o por nuestra comunidad, cada cambio, por pequeño que éste sea, será por y para nosotros mismos.
Siempre nos puede asaltar la duda pesimista y el principio de la mediocridad. ¿De qué sirve que yo haga esto o aquello si los demás no lo harán? La pregunta correcta es: ¿Si no lo hago yo, porqué debería esperar que los demás lo hicieran? No cabe duda, los jóvenes somos el presente.
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