Gotas blancas del deseo escurren por tu vientre,
fina espuma nublando mi vista, secando mi corazón.
Las rosas blancas pasaron por el amarillo al rojo,
resucitó la carne tiñendo de azul el aire.
Ojos cerrados, cediendo al deseo de los labios,
Las manos apretándose, uñas desgarrando.
Mariposas perdiendo a la luna con frenéticos colores,
jugosas frutas adornan el suelo bajo tus plantas y,
el viento se ha perdido entre los cuerpos.
Tenues luces pastel iluminan el fondo del abismo,
miles de girasoles volteana verte con reverencia.
Duendes de escarlata rompen en llanto al perder la cuenta
mientras fino rocío acaricia el aterciopelado rostro,
Por la mejilla una esfera de miel baja dulcemente.
Caen los párpados como lechuzas al caer el alba,
tibios vapores velan por los sueños tiernamente concluidos.
Un no pares y un no más con la magia se fundieron.
Cálidos rumores, gorjeos y trinos vinieron con el sol
plumas de rosada estrella cobijaron las sonrisas,
velos de los más variados oloresdestilan calma sobre las almas,
risas y júbilo acrecienta la marea de mercuriales frutos.
Han pasado 10 años desde la última gran huelga en la UNAM con todo lo que ello representa. Esto me hace reflexionar y recordar una vez más que los jóvenes no somos el futuro de la nación, somos, en efecto, el presente y una parte importante de éste.
Finalmente, somos los jóvenes quienes nos vemos afectados por movimientos como el ocurrido hace una década. Somos los jóvenes quienes tememos salir a divertirnos por las noches por miedo a la inseguridad. Somos los jóvenes quienes salimos de las instituciones educativas para encontrarnos con un mercado en el cual la oferta de empleo es mínima. No cabe duda, los jóvenes somos el presente.
Sin embargo, no todo para nosotros es padecer. Somos los jóvenes quienes formamos parte de movimientos como el del CGH. Somos los jóvenes quienes maltratamos el mobiliario urbano afeando nuestras comunidades y ciudades. Somos los jóvenes los principales consumidores de drogas y, con ello, parte de los problemas de la inseguridad y falta de inversión. No cabe duda, los jóvenes somos el presente.
Desde esta perspectiva quedamos en un empate técnico, somos parte fundamental del presente y como tales nos hemos convertido tanto en víctimas como en victimarios. Ahora la pregunta fundamental radica en cómo cambiar esto. Queda claro que somos parte del problema y que al mismo tiempo, como parte presente y activa de nuestra sociedad, sufrimos de las diferentes problemáticas que nos aquejan como país. Ya sólo nos queda explorar una tercera vía y es determinar si somos o podemos ser parte de la solución.
Cuando escuchamos hablar sobre liderazgo comúnmente nos dejamos llevar por los estereotipos dominantes. Pensamos en el líder como en aquel ser mesiánico todopoderoso o, por el contrario, en aquel vecino molesto y entrometido queno deja pasar oportunidad para hacer grilla. Bueno, son simplemente estereotipos que también como jóvenes podemos romper, después de todo, lo realmente importantees conseguir nuestros objetivos.
Reunirnos con los amigos para pintar las bardas y fachadas de nuestras calles, limpiar algún terreno baldío para convertirlo en una cancha de fútbol o, mejor aún, cosas más simples y que no requieren de mayor organización como denunciar ante las autoridades al narcomenudista que trafica afuera de la escuela o reportar abusos y casos de violencia. Finalmente debemos pensar que, más que por nuestro país o por nuestra comunidad, cada cambio, por pequeño que éste sea, será por y para nosotros mismos.
Siempre nos puede asaltar la duda pesimista y el principio de la mediocridad. ¿De qué sirve que yo haga esto o aquello si los demás no lo harán? La pregunta correcta es: ¿Si no lo hago yo, porqué debería esperar que los demás lo hicieran? No cabe duda, los jóvenes somos el presente.
El saberse inteligente es una gran tentación a la cual suelen tender muchas personas con esta característica. Pues, el saberse poseedor de inteligencia e ingenio es el primer paso para incurrir en el peor defecto de las personas brillantes, a saber, creerse más inteligente de lo que realmente se es. Una vez adquirido este vicio, hemos perdido a nuestra eminente promesa para quedarnos con una botarga de ser inteligente. Eso sí, podemos contar con un erudito sobre sí mismo, una arrogante autoridad de sus propios dogmas y con un gran maestro en el arte de repetir sus errores una y otra vez. Nos quedamos con un eminente parlanchín, ignorante del valor de la otra opinión… un necio.
Hace poco tuve el gusto de escuchar al reconocido arqueólogo Eduardo Matos hablar sobre los Símbolos Patrios, una amena y enriquecedora charla centrada en el Escudo Nacional, es decir, el águila posada sobre un nopal mientras devora a una serpiente. La pregunta medular es: ¿Cómo terminaron los independentistas prefiriendo al águila siendo la Virgen de Guadalupe la capitana del Ejército Trigarante y, en general, de las fuerzas independentistas desde el inicio del movimiento hasta su culminación?
La tesis del coordinador del Proyecto Templo Mayor me parece acertada, y pocos podríamos mostrarnos en desacuerdo con semejante autoridad: La necesidad de los independentistas de buscar una Identidad Nacional y un verdadero desarraigo de España los llevó a utilizar pragmáticamente como escudo de México al águila en reemplazo de la Virgen de Guadalupe. Me parece un razonamiento acertado después de todo, es lógico el recurrir a un águila posada sobre un nopal como símbolo del rompimiento con España y la reivindicación de loindígena. Aunque me gustaría matizar un poco la tesis de Matos.
Un arqueólogo de la talla del ex director de la Escuela Nacional de Antropología e Historia no pudo pasar por alto el enfrentamiento cultural entre dos grandes civilizaciones que terminarían fusionadas en el tiempo. Tuve el gusto de recordar, guiado por Matos, la guerra de imágenes y los ingeniosos artificios utilizados por los evangelizadores para llegar a las almas de los nativos. Un brillante enfrentamiento que culminaría con la imposición del catolicismo en la Nueva España, una guerra de imágenes sobre la cual la mayoría tenemos algún dato. Cualquiera familiarizado con el trabajo de Serge Gruzinski podrá dar fe de esto.
Sin embargo, a mi parecer, muchos de los historiadores pasan algo por alto: en las guerras siempre hay bajas de ambos lados y sus propios datos y ejemplos lo sostienen. Basta con visitar la iglesia de San Miguel Arcángel en Ixmiquilpan, capilla del siglo XVI en la cual ya encontramos al águila sobre el nopal, o revisar los códices testeréanos, entre los cuales sobresale el Padre Nuestro, para darnos una idea de cómo también la cultura indígena dejó bajas entre las filas de los conquistadores, heridas graves que dejarían cicatriz en la mentalidad criolla. También podemos ver un poco infravalorados los generosos estudios sobre simbología indígena que realiza David C. Wright quien nos da varias pistas sobre el significado del águila y del nopal o, para ser precisos, de la tuna.
Por otro lado, también se suele olvidar que la exaltación del mundo indígena hecha por los criollos, en su constante búsqueda de identidad, no versa sobre la realidad indígena como tal, para el criollo sus contemporáneos indígenas eran simplemente los calzonudos, sino más bien sobre una idealización de la Edad de Oro indígena y sus grandes figuras extrapoladas.
Antes de concluir me gustaría mencionar un par de cosas más. Recordemos el significado original de los colores de nuestro lábaro patrio. En concreto, el blanco simboliza la pureza del catolicismo, el mayor aporte español según la mentalidad criolla, y es precisamente sobre este color que aparece nuestro escudo. Por otro lado, podemos ver ya un antecedente de nuestra Guadalupana en España, la Virgen de Guadalupe ibérica, de la cual toma el nombre la mexicana, es una virgen de rasgos moriscos y su mayor auge lo tuvo en el enfrentamiento bélico, religioso y cultural entre moros y cristianos.
Yo sigo viendo a la Virgen de Guadalupe presente en nuestra bandera pero, al igual que en la conquista espiritual de la Nueva España, Agustín I jugó con las imágenes. La pureza del catolicismo en el blanco y lo indígena representado por el águila. Sí, en la bandera tenemos a una virgen mestiza que reúne lo “mejor” del mundo indígena y lo “mejor” del español, México.