domingo, 17 de junio de 2012

Lobo.




Lobo, el melancólico fanático de siempre,  deseoso de cubrir de amor, de ternura y de caricias a su diva, de cumplir todos y cada uno de sus caprichos de estrella. Siempre mendigando una caricia, un beso o una sonrisa. Lobo, siempre tierno, divertido o hasta perverso, según lo requiera su amada. Lobo, quien sólo encuentra la felicidad al lado de la metalera. Lobo, quien se desgarra día a día el alma pensando en su desamor.

 Lobo, el otrora orgulloso e irreverente. El dios del flirteo y de las charlas de café. La indomable fiera que ahora se arrastra como un perro a los pies de su ama, rogando a cada minuto que se convierta en la eternidad. Ese lobo orgullo que  jamás soportó una humillación ahora yace eternamente humillado, levantándose de su mar de fango sólo para responder al llamado de su amada.

¿Quién ama al lobo? ¿Acaso importa? Nadie lo sabe, nadie le ama. Es como un sueño, una fantasía, nada más. Todas lo desean, nada más. Todas quieren llevarlo a la cama pero nadie lo desea en su casa. Lobo, el enigmático seductor que siempre ha sabido conquistar sin lograr mantener nunca la plaza. Pobre lobo, siempre rendido a los pies de quien no lo ama, como un simple juguete a la espera de que su ama desee jugar, nada más.
Cuanta lástima me da el lobo, siempre en lo más alto y siempre en lo más bajo. Siempre requerido y siempre desdeñado. Tal parece que su destino es participar en la última orgía de la metalera para pasar a ser un aborto más de la caprichosa diva. Siempre pendiendo de un hilo su razón de ser, siempre abandonado al capricho, privada de su libertad por la dueña de su corazón.

Cuanta lástima me da el lobo, cuántas veces ha deseado morir y cuantas ganas me dan de ayudarlo, ahora mismo pondría el arma entre sus manos Al menos así su vida tendría sentido, sería su último sacrificio, su último gran acto de fe a su adorada metalera a quien ama incondicionalmente, a quien siempre será fiel. Quizás ese es el único sentido de su vida vacía de contenido, sumida siempre en el cinismo y la ironía. Porque su alma sólo pertenece a la metalera.

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