Hace poco ha venido a mi mente una de las máximas que en más de una ocasión escuché durante mis días en las aulas. “El fuego pensado no quema”, interesante deducción de los realistas, poética diría yo. Sin embargo, cual poesía, tan carente de verdad como de falsedad. En efecto, nadie nos está engañando si nos dice que el fuego pensado no quema, de hecho, a muchos nos parecerá algo evidente. Aún así, me parece algo injusta y frívola la sentencia, ¿por qué no mejor decir que la hierba seca pensada no arde?
Ciertamente no puede ser quemada por el fuego real y, sin embargo, nuestro fuego pensado, si realmente es fuego, puede hacerla arder con mayor facilidad que el fuego real a la hierba real. El fuego real quema cosas reales, el fuego pensado quema cosas ideales y, mejor aún, el fuego pensado es perfecto, quema perfectamente así como la hierba seca pensada arde perfectamente, desgraciadamente para los realistas, no podemos decir lo mismo del fuego real y desgraciada o afortunadamente para todos, al igual que el fuego pensado las deidades pensadas no nos aman.
Ciertamente no puede ser quemada por el fuego real y, sin embargo, nuestro fuego pensado, si realmente es fuego, puede hacerla arder con mayor facilidad que el fuego real a la hierba real. El fuego real quema cosas reales, el fuego pensado quema cosas ideales y, mejor aún, el fuego pensado es perfecto, quema perfectamente así como la hierba seca pensada arde perfectamente, desgraciadamente para los realistas, no podemos decir lo mismo del fuego real y desgraciada o afortunadamente para todos, al igual que el fuego pensado las deidades pensadas no nos aman.